Federico Ferrero no es profesional sanitario, pero ha trabajado en sanidad durante más de 10 años. Con una carrera de dos décadas formando docentes y profesores, se ha destacado en el ámbito de la simulación clínica en América Latina. No sólo enseña, sino que también se dedica a aprender, investigando y gestionando proyectos educativos innovadores. A pesar de no ser piloto profesional, su pasión por la aviación le ha brindado una perspectiva única sobre la seguridad y la simulación, áreas en las que ha aplicado su creatividad y capacidad para afrontar desafíos. Como Presidente de la Federación Latinoamericana de Simulación Clínica y Seguridad del Paciente (FLASIC), Federico lidera una red de colaboración que busca mejorar la enseñanza en salud y la seguridad del paciente en la región. Su entusiasmo por los proyectos colectivos y su compromiso con la educación se reflejan en cada una de sus iniciativas, inspirando a muchos en el campo de la simulación clínica.
Hola Federico, te agradezco que te hayas tomado tu tiempo para unirte a nosotros. Es un honor charlar con el Presidente de la Federación Latinoamericana de Simulación Clínica y Seguridad del Paciente (FLASIC). ¿Puedes hablarnos brevemente de ti y de cómo empezaste a trabajar con la simulación en salud?
Hola! Gracias a ustedes por la invitación. Descubrí la simulación clínica en el año 2011, finalizando el quinto (y último) año de una beca de investigación de tiempo completo que me había otorgado el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Argentina (CONICET). Mientras escribía mi tesis doctoral y me preguntaba qué dirección darle a mi carrera profesional, recibí un llamado de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata (donde aún hoy trabajo como profesor), en el que me ofrecían incorporarme al equipo docente del Hospital de Simulación Clínica de la institución, recientemente inaugurado. Nunca había escuchado nada, hasta entonces, sobre la enseñanza basada en simulación clínica. Me pareció un mundo nuevo y absolutamente fascinante, sobre todo por el entusiasmo que generaba en los estudiantes. Recuerdo que pensé: esto va a revolucionar todo. En aquellos años la simulación clínica era algo reciente en Argentina, incluso disruptivo, y existía cierta desconfianza respecto de su utilidad. En 2016 viajé a conocer el Centro de Simulación de la Facultad de Medicina de la UNAM en México, y ahí, en un Congreso de la Asociación Mexicana de Facultades y Escuelas de Medicina (AMFEM), conocí a FLASIC.
¿Puedes explicar a nuestros lectores qué es exactamente FLASIC, desde tu punto de vista?
FLASIC es la Federación Latinoamericana de Simulación Clínica y Seguridad del Paciente, una organización sin fines de lucro creada en 2007 (originalmente denominada ALASIC), con la misión de impulsar la enseñanza basada en simulación clínica en América Latina. Intentamos darle un marco general a las iniciativas de cada organización especializada en simulación clínica de nuestra región. Para ello construimos redes de colaboración que, en virtud del trabajo conjunto, contribuyan a amplificar el potencial de cada uno de nuestros socios e instituciones. Nuestro lema es “si tu no estás, no estamos todos”.
Hoy FLASIC cuenta con un equipo de gestión en el que me acompañan educadores latinoamericanos de amplia trayectoria, muy comprometidos con la mejora colectiva de nuestras prácticas de enseñanza basadas en simulación clínica. Ellos son: Sara Morales (México), Alessandra Vaccari (Brasil) y Álvaro Prialé (Perú).
¿Por qué una federación de sociedades nacionales? ¿Cuál es la ventaja?
Las ventajas son las del trabajo en equipo. Latinoamérica es la región más desigual del mundo, con escasa inversión en investigación y desarrollo en términos relativos. Sin embargo, la especificidad de nuestros países no se expresa sólo en estas limitaciones, sino en un conjunto de cualidades que caracterizan a los profesionales de nuestros países: resiliencia, creatividad, imaginación, capacidad para innovar y gestionar la incertidumbre y sobre todo, creo yo, capacidad para el trabajo asociado.
En este marco, el rol de una asociación de carácter supranacional como FLASIC es estratégico en la construcción de sinergia entre los múltiples nodos de docencia, investigación e innovación en simulación clínica que existen en cada uno de los países de la región. En Latinoamérica es usual que estos nodos se articulen a través de las sociedades nacionales de simulación clínica y/o de asociaciones de escuelas y facultades de medicina y ciencias de la salud; de allí la pertinencia de pensar en la figura de una Federación Latinoamericana (o asociación de asociaciones). Si bien las sociedades que integran FLASIC son muy diferentes entre sí en cuanto a su historia, recorrido, o cantidad de socios que las componen, creemos posible generar políticas mancomunadas que potencien su trabajo, sin entrar en colisión con los proyectos estratégicos de cada una de ellas.
Llevas varios años en la junta ejecutiva de FLASIC, ¿cómo decidiste ofrecer tus servicios para el cargo de Presidente que ocupas actualmente?
Comencé a participar de FLASIC en 2018, cuando fui invitado a incorporarme a la Comisión de Educación en Línea, espacio que luego coordiné durante la pandemia (2020-2021). En 2021, junto a Eva Miranda y Alessandra Vaccari, decidimos armar una lista y postularnos a la Mesa Directiva del período 2021-2023 para acompañar a Andrés Díaz-Guío, quien asumió la Presidencia para ese bienio. El sistema político de FLASIC estipula que quien es elegido Vicepresidente para un período de gobierno bienal, pasa automáticamente a ejercer la Presidencia durante el subsiguiente. Ese 2021, nuestra lista resultó la más votada en la asamblea general de socios, y por ello asumí la Vicepresidencia ese año y hace unos meses, en diciembre de 2023, mi rol actual.
Pienso que más allá de los proyectos que incluimos en nuestra Propuesta de Trabajo, los socios acompañaron nuestra visión sobre FLASIC, que se expresaba incluso desde el nombre que elegimos para la lista: “Más Latinoamérica para la Simulación Clínica”. El ideario es que nuestras propuestas de trabajo se nutran de los avances locales y regionales, con vistas a generar conocimientos, prácticas y servicios en simulación clínica que sean específicos y contextualizados. Es decir, referenciados en nuestras tradiciones educativas y nuestras culturas sanitarias.
¿Cuáles son los principales desafíos que tendrás en tu gestión?
En el marco de visión que te mencionaba, buscamos que todos los aspectos que hacen a la profesionalización de nuestra actividad como educadores, técnicos e investigadores, estén contemplados en las líneas de trabajo de la Federación. Uno de los proyectos más importantes que estamos llevando adelante es el de acreditación de centros de simulación, a través de un modelo que elaboró FLASIC validado por expertos de 12 países de nuestra región y piloteado en 3 instituciones latinoamericanas, y que hoy cuenta con 28 instituciones que han iniciado el camino de la autoevaluación de sus procesos. También estamos desarrollando un programa de certificación de docentes y técnicos que incluye avanzar en la definición de las competencias básicas para el desempeño de ambos roles en el contexto latinoamericano. Tenemos también el desafío de continuar con nuestra Revista Latinoamericana de Simulación Clínica, e impulsar la investigación científica. Estamos ampliando las actividades educativas en línea como talleres, conversatorios, entrevistas y simposios, y todo aquello que nos permita seguir aprendiendo, enseñando y compartiendo. Finalmente, estamos trabajando para mejorar nuestras posibilidades de trabajo colaborativo, construyendo espacios de socialización en los que podamos encontrarnos con otros socios y la sinergia sea posible.
Sois una de las pocas sociedades de simulación que lleva Seguridad del Paciente en su nombre. Entonces, Federico, ¿qué está concretamente haciendo FLASIC para aumentar la seguridad de los pacientes latinoamericanos mediante el uso de la simulación?
Llevamos adelante distintas iniciativas. La acción más concreta tiene que ver sin dudas con el entrenamiento de los profesionales de la salud en aquellos aspectos de su desempeño que impactan directamente en la seguridad del paciente, siguiendo los preceptos de las 6 Metas Internacionales que definió la OMS. Ahora bien, sabemos que mejorar la seguridad del paciente en Latinoamérica implica no sólo trabajar con los equipos sanitarios sino construir una nueva cultura de seguridad, que involucre también a los pacientes y sus familias.
En ese marco, FLASIC celebra regularmente un Simposio Internacional de Simulación Clínica y Seguridad del Paciente, que es una actividad que nació en 2019 y que es totalmente virtual y abierta a la comunidad de educadores en ciencias de la salud de Latinoamérica. El espacio tiene una convocatoria en franco crecimiento, y ha ido incorporando las voces de los estudiantes de carreras de salud y de los pacientes. Este año, en septiembre, se realizará la cuarta edición consecutiva.
También desarrollamos actividades conjuntas con diferentes asociaciones que trabajan en pos de la seguridad del paciente; algunas de ellas vinculadas a la enseñanza basada en simulación clínica, pero no en todos los casos. Un ejemplo de este trabajo es el seminario internacional que culminó con la Declaración de Río de Janeiro (2023). El evento reunió a un conjunto de asociaciones civiles e instituciones estatales preocupadas por la educación del personal técnico en salud de la región. Durante el seminario no sólo se elaboró un documento con directrices, sino que se conformaron equipos y un cronograma de trabajo mancomunado para el año en curso.
Siendo múltiples y similares los retos que enfrentamos en la mayoría de los países, ¿qué estamos haciendo mal? ¿Qué nos falta? ¿Hacia dónde deberíamos apuntar?
Entiendo que cada región tiene sus particularidades y prioridades. Sin embargo, si hiciera una lista de los desafíos comunes incluiría el desarrollo de la simulación interprofesional; la integración de la enseñanza basada en simulación clínica a los sistemas de atención sanitaria; y la incorporación de la simulación clínica y la seguridad del paciente al currículum regular previsto para la formación de grado y postgrado de los profesionales de la salud.
Por otra parte, creo que hoy es de suma relevancia analizar los límites y posibilidades de la Inteligencia Artificial en su incorporación a los procesos clínicos y educativos y, en particular, a la enseñanza basada en simulación clínica. Sin dudas, este es uno de los grandes desafíos a corto y mediano plazo.
También creo imprescindible acortar la brecha existente entre la producción teórica en educación médica y seguridad del paciente, y las prácticas concretas y cotidianas de atención sanitaria. Hay un desafío persistente que es el del cambio cultural, y que se visualiza en la dificultad para vencer la inercia de nuestras prácticas profesionales. Quiero decir, mientras debatimos sobre seguridad (1.0, 2.0, 3.0), y nos enamoramos de la ingeniería de la resiliencia y las propuestas proactivas en seguridad del paciente, estamos aún lejos en algunos países y regiones de lograr la estandarización de procesos básicos de atención (pautas de alarma, medicación, criterios de derivación, etc.) y/o cumplimentar estrategias elementales de seguridad como la lista de cotejo pre quirúrgica o la identificación del paciente.
Según tu experiencia, ¿para qué sirven acreditación, certificación y credenciales?
Creo que en todos los casos estamos hablando de evaluarnos y de establecer estándares de calidad para nuestras prácticas docentes e institucionales, y eso es imprescindible. Si hay algo que la teoría educativa ha demostrado en los últimos 20 años es que no podemos mejorar sin feedback, sin conocer nuestras fortalezas y debilidades.
Sin embargo, debemos evitar caer en una dinámica “acreditacionista” donde, en la medida que la certificación de las instituciones y personas otorga una distinción y un valor de mercado a sus portadores, se valore la obtención del certificado por encima del proceso de aprendizaje personal y/o de mejora institucional. El desafío es construir mecanismos de evaluación que, sin desestimar la importancia que tiene certificar y auditar la calidad de los procesos y servicios educativos en simulación clínica, pongan el acento en la posibilidad de mejora y de aprendizaje, tanto a nivel individual como institucional y colectivo.
Por ejemplo, FLASIC está diseñando en estos momentos un programa para la certificación de docentes en simulación clínica que si bien prevé la entrega de un certificado a quienes evidencien poseer determinadas competencias docentes, pone el énfasis en el proceso más que en el resultado. Es un programa que se propone acompañar a los docentes para que identifiquen sus fortalezas y áreas de mejora, construyendo desde ahí un recorrido de aprendizaje autodirigido (en el que vayan produciendo y compartiendo evidencias) que culmine con la certificación de sus competencias para enseñar con simulación clínica. En suma, ¿es importante la certificación? Sí, pero como resultado de un proceso de aprendizaje que eleve nuestros estándares de calidad, tanto a nivel individual como colectivo.
Recientemente se concluyó en Chile la VI Cumbre Ministerial sobre Seguridad del Paciente, en la que tú como presidente de FLASIC participaste oficialmente. ¿Puedes hablarnos brevemente de esa experiencia?
Fue una experiencia muy interesante. Fui invitado a compartir la experiencia de FLASIC en el trabajo con otras organizaciones no gubernamentales para mejorar la seguridad de los pacientes.
La formación y el entrenamiento de los profesionales de la salud es siempre parte de una estrategia más amplia que busca mejorar la calidad de nuestros sistemas de atención sanitaria y la seguridad de nuestros pacientes. Pienso que nuestras asociaciones profesionales como FLASIC o la SESAM, tienen un rol relevante en la conformación de una atención sanitaria más segura, y que realmente pueden ayudar a los estados nacionales y organizaciones internacionales como la OMS en este proceso, a través de diferentes mecanismos.
Uno de ellos es transferir nuestra experiencia en la construcción de redes que permitan compartir conocimientos, recursos y experiencias locales, con impacto real en la seguridad del paciente y de los equipos sanitarios; este es el caso de la Declaración de Río de Janeiro que comenté anteriormente. También somos expertos en la elaboración y puesta en marcha de mejores planes y programas de educación destinados a los profesionales de la salud, en tanto constituyen soluciones contextualizadas en seguridad del paciente, que se ajustan a las necesidades específicas de cada país, región y localidad. En definitiva, somos agentes relevantes en la promoción y construcción de una nueva cultura de seguridad del paciente, al proporcionar herramientas y recursos para cambiar las actitudes y prácticas sanitarias en cada región.
He leído que eres un piloto de aviones en prácticas. En la simulación aeronáutica todo está muy codificado y normalizado, ¿por qué no ocurre lo mismo en la simulación en salud?
Así es, estoy aprendiendo a volar aviones mono motores. La verdad, no soy experto en simulación aeronáutica, aunque sí te puedo contar sobre mi experiencia de aprendizaje en la aeronáutica y en qué medida me ha dado herramientas para pensar desde otros ángulos la enseñanza basada en simulación clínica. Lo que más destaco es el lugar central que tiene la seguridad operacional en la formación del piloto y, en comparación, el lugar marginal que la seguridad del paciente tiene en la formación de los profesionales de la salud. Hay un conjunto de habilidades no técnicas como la anticipación, la verbalización en voz alta, la comunicación estructurada y sin ambigüedad, la utilización de ayudas cognitivas, etc. que se entrenan desde el primer día en el ámbito aeronáutico. Recuerdo que en mi primera clase del curso de piloto, lo primero y lo último que hice fueron listas de chequeo.
Si bien la comparación entre la aviación comercial y la atención sanitaria ya ha sido objeto de numerosas investigaciones, y está claro que no pueden trasladarse linealmente las estrategias de seguridad de uno a otro ámbito, sí me queda claro que hay en la aeronáutica una cultura organizacional de seguridad que está muy presente, omnipresente diría, en todos los que participan de la actividad. Y eso es algo que en el ámbito de la salud está aún en construcción. Creo entonces que tenemos allí, en el diseño de los procesos de aprendizaje de los profesionales de la salud, incluso desde el pregrado, un aspecto a revisar y que explica en parte por qué los números de la aviación comercial sobre eventos adversos son tan buenos en comparación con los de la atención sanitaria.
Gracias, Federico, estoy complacido de tener este espacio contigo; me siento inspirado, también, pues nos ha hecho reflexionar sobre lo que hacemos y lo que podemos hacer en el ámbito de la simulación. Antes de despedirnos ¿hay algo que quieras agregar?
Sólo agradecerles por la invitación. Quedo a vuestra disposición para seguir pensando juntos cómo mejorar nuestras prácticas de educación basada en simulación y nuestros sistemas sanitarios. Felicitarlos por el trabajo que hacen con esta revista, que ha sido muy bien recibida por la comunidad de educadores en simulación clínica de habla hispana. Y por último, pedirle a aquellos lectores que quieran saber sobre FLASIC y sobre la simulación clínica en Latinoamérica que sigan nuestras redes. Los esperamos a todos ya que como decimos en FLASIC… “si tu no estás, no estamos todos”!
Muchas gracias de nuevo por esta agradable e inspiradora charla.
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