La simulación es más que una herramienta de enseñanza, es una pasión. Desde un simple maniquí en 1984 hasta los simuladores de alta tecnología, ésta es la historia de una enfermera que se enamoró de la simulación. Descubre el momento crucial en que su carrera cambió hacia la simulación, inspirando nuevos métodos para educar a los futuros enfermeros.
La gente siempre pregunta si hay algo de cierto en el refrán «amor a primera vista». Si la pregunta se refiere a la simulación, la respuesta es un rotundo «¡Sí!». Yo experimenté el «amor a primera vista» de primera mano en el campo de la simulación.
Conocí la simulación en la escuela de enfermería en 1984, cuando «simulábamos» habilidades fundamentales como colocar una sonda nasogástrica en un maniquí y tomar la tensión arterial a nuestros compañeros. Esto me atrajo por mi deseo de aprender en un entorno que fuera seguro y me permitiera «poner a prueba» mi comprensión y las teorías que aprendía en clase. Estas oportunidades desarrollaron mi confianza con el tiempo a través de la práctica, preparándome finalmente para atender a pacientes reales.
Sin embargo, veinte años después, conocí SimMan (Laerdal Medical, Stavanger, Noruega), un simulador de alta fidelidad que ofrecía oportunidades aún más realistas. Me enamoré de la simulación como pedagogía para formar a los estudiantes de enfermería en un entorno seguro, dándoles el privilegio de resolver sus dudas, poner a prueba teorías y aplicar lo que aprendían en clase mediante prácticas realistas.
Trabajando como Coordinadora del Laboratorio de Habilidades para una escuela de enfermería local y terminando mi Máster en Ciencias de la Educación en Enfermería (MSN), descubrí mi pasión por crear experiencias de simulación y ver los momentos «ajá» en los ojos de los estudiantes.
Mis recuerdos más entrañables de aquellos primeros días consisten en acompañar a los estudiantes para facilitar su aprendizaje a través de escenarios de atención al paciente que proporcionaban una práctica centrada en los conceptos que estaban aprendiendo en el aula. Ahora disponíamos del método más atractivo para mantener su atención e inspirar un nuevo nivel de motivación en el estudio de la enfermería.
Cuando terminé mi MSN en 2006, seguí utilizando la simulación en mis cursos porque entonces creía -como sigo creyendo hoy- que era esencial para mi enseñanza y para su aprendizaje. En los últimos veinte años, el campo de la simulación ha crecido de forma increíble, transformando la forma en que educamos a las futuras enfermeras.
Ahora, como Coordinadora de Simulación de un centro de simulación hospitalario, veo la explosión de la simulación no sólo en las escuelas de enfermería, sino también en los hospitales. La incorporación de la simulación de pacientes estandarizados, la simulación interprofesional, la inteligencia artificial y la realidad virtual sigue impulsando la creatividad de la simulación más allá de lo que soñábamos en 1984 o 2005. Me pregunto qué avances veremos en los próximos veinte años.
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