Seguridad del paciente y simulación: ¿qué excusa nos queda para no utilizarla?

Pier Luigi Ingrassia
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Sobre el papel, la seguridad del paciente es un valor universal. Desde 2019, cuando los 194 Estados miembros de la OMS firmaron la Resolución WHA72.6, el mundo cuenta con un día dedicado a ello, el Día Mundial de la Seguridad del Paciente (WPSD), cada 17 de septiembre, para recordarnos que los daños evitables en la asistencia sanitaria son inaceptables.

Y, sin embargo, seis años después, las cifras cuentan una historia diferente. Cada año, millones de personas en todo el mundo sufren daños por prácticas sanitarias inseguras. Los recién nacidos y los niños siguen siendo los pacientes con mayor riesgo en todo el mundo. Según los datos publicados en el portal web de la OMS, en cuidados intensivos pediátricos, hasta el 91,6 % de los eventos adversos son evitables; en las salas de pediatría general, la tasa sigue rondando un impactante 53,8 %; y en cuidados neonatales, casi el 97 % de los daños notificados podrían haberse evitado.

Si ya sabemos esto, si las pruebas son abrumadoras, ¿por qué seguimos fracasando?

El tema de la campaña de este año, «Atención segura para todos los recién nacidos y todos los niños», probablemente nos obliga a afrontar una verdad incómoda: los sistemas sanitarios de todo el mundo siguen sin estar diseñados teniendo en cuenta la seguridad centrada en el niño.

¿Los principales hechos? Partos inseguros, infecciones, retrasos en el diagnóstico, errores en la medicación. Los conocemos. Los hemos estudiado. Y, sin embargo, siguen ocurriendo, tanto en entornos con muchos recursos como en entornos con pocos recursos.

Seguridad del paciente y simulación: pruebas, no aspiraciones

Ya tenemos a nuestro alcance una solución prometedora: la simulación. No la futurista, con aparatos de alta tecnología para lucirse, sino la formación estructurada y basada en pruebas que salva vidas.

Un estudio innovador publicado en The New England Journal of Medicine lo demuestra. A lo largo de 125 000 sesiones de formación individuales y 1300 simulaciones en grupo, en las que participaron 280 000 madres y recién nacidos, los investigadores observaron una reducción del 18 % en la mortalidad perinatal.

Repítelo: un 18 % menos de muertes. En entornos con pocos recursos. Esto no se ha conseguido con nuevos medicamentos ni con tecnología cara, sino preparando a los equipos para anticiparse, responder y adaptarse mediante la simulación.

Así que sigo preguntándome por qué la simulación no es ya el núcleo de todas las estrategias nacionales de seguridad del paciente.

Más allá de la formación: poner de manifiesto los fallos del sistema

La simulación no consiste solo en enseñar a los médicos y enfermeros cómo realizar una reanimación neonatal o cómo evitar errores de medicación. Se trata de someter al propio sistema a pruebas de estrés.

La simulación in situ, realizada en entornos hospitalarios reales, sirve para revelar vulnerabilidades críticas: falta de equipamiento, protocolos defectuosos, fallos de comunicación entre el personal. No se trata de «mala suerte», sino de fallos de diseño que pueden perjudicar a los pacientes.

Si no utilizamos la simulación para identificar y resolver estos problemas, seremos corresponsables de que lleguen a la cama del paciente.

El consenso global: basta de excusas

La Declaración de consenso global sobre la práctica basada en la simulación en la asistencia sanitaria no puede ser más clara: la simulación es una metodología fundamental, no un extra opcional. Debe integrarse en la formación de las profesiones sanitarias, la mejora de la calidad y el diseño de los sistemas.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, la simulación se descarta por ser «demasiado cara», «demasiado compleja» o «no prioritaria». Seamos sinceros: ¿qué es más caro que perder a un niño por un error evitable? ¿Qué es más complejo que reparar las consecuencias de por vida de una atención médica insegura? ¿Qué prioridad más importante puede tener un sistema sanitario que mantener vivos y sanos a sus pacientes más jóvenes? La simulación no resolverá todos los problemas, pero puede desempeñar y desempeñará un papel importante.  

La simulación funciona, pero sin estructura sigue siendo una actividad minoritaria

El problema no es si la simulación funciona, sino si los sistemas sanitarios están dispuestos a financiarla, regularla e institucionalizarla. Un ejemplo destacado que publicamos en SIMZINE es el de España.

En el XI Congreso de la Sociedad Española de Simulación Clínica y Seguridad del Paciente (SESSEP), los expertos reconocieron lo que muchos de nosotros ya sabemos: la simulación funciona, pero su presencia en los hospitales sigue siendo desigual y frágil. Se identificaron tres pilares esenciales para integrar la simulación en los sistemas sanitarios:

  1. Regulaciones institucionales y apoyo ministerial: sin voluntad política y respaldo normativo, la simulación sigue siendo un ejercicio opcional en lugar de un componente estructural de la seguridad del paciente.
  2. Estructuras funcionales, unidades dedicadas o modelos organizativos que coordinen las actividades de simulación, garantizando que no sean iniciativas aisladas, sino que se integren en la práctica diaria.
  3. Recursos adecuados, no solo espacios físicos y tecnología, sino también especialistas capacitados, personal técnico, supervisión administrativa y desarrollo profesional continuo.

En otras palabras, sin estructura y recursos, la simulación corre el riesgo de reducirse a una actividad minoritaria: impresionante en algunos centros, ausente en muchos otros y, en última instancia, incapaz de producir el impacto sistémico que exige la seguridad del paciente.

De la concienciación a la responsabilidad

El Día Mundial de la Seguridad del Paciente 2025 no debe ser otra ronda de hashtags y mesas redondas. Tenemos que ir más allá de la retórica: la simulación debe ser obligatoria, no opcional, en todas las vías clínicas, y los hospitales deben utilizarla para someter a pruebas de estrés los flujos de trabajo y eliminar los riesgos latentes.

El Día Mundial de la Seguridad del Paciente 2025 no se trata de concienciación. Se trata de responsabilidad. Y la simulación es una de las herramientas más eficaces que tenemos para dejar de repetir los mismos errores.

Así que la verdadera pregunta es: ¿qué excusa nos queda para no utilizarla?

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